Artículo escrito por Maribel Mercedes Olivera, psicopedagoga,
como trabajo final del Curso “El maestro integrador,
reflexiones sobre una práctica
en permanente construcción”.
El tema que más
me ha movilizado del curso es la
diferencia entre los términos incluir e integrar en la práctica educativa. Esta
pregunta venía dando vuelta en mi cabeza desde hace un año aproximadamente,
cuando en una reunión de colegas, en el colegio de psicopedagogos, decidieron
remplazar el término integrar por incluir. Invitando a todas las presentes,
recientemente recibidos, a utilizar la palabra INCLUIR, para referirnos a los Proceso de Integración Escolar. Es a
partir de ese momento que comencé a
investigar sobre la diferencia de los términos, ya que para mi eran sinónimos.
El abordaje que se hizo en el curso MI sobre esta temática me permitió
ampliar conceptos, aclarar dudas y
hacerme nuevas preguntas.
Una
escuela integradora se caracteriza porque el proceso de adaptación, fundamentalmente,
está centrado en el diagnóstico del niño con NEE. Habitualmente
estos niños deben adaptarse a los sistemas que ya existen. Se hacen cambios superficiales,
con el foco puesto en las personas con discapacidad.
En el caso
de la escuela inclusiva, su foco esta puesto en mejorar las condiciones de
aprendizaje de todos los alumnos, proponiendo
y resolviendo dificultades, a
través de la cooperación y el compromiso de todos los actores involucrados en
el PIE. Las transformaciones en la modalidad de educación apuntan a mejorar
y lograr la equidad en el
aprendizaje para la totalidad del alumnado.
En el primer modelo de escuela, la
inserción de los niños con NEE suele
ser parcial, condicionada, y está basada
en los principios de igualdad y competición. En
el caso de la escuela inclusiva, la inserción es total e incondicional,
y se basa, en los principios de equidad, cooperación y solidaridad (valoran las
diferencias, como oportunidad de enriquecimiento de la sociedad).
Con una escuela inclusiva
se trata de lograr el reconocimiento
del derecho que todos tienen, tanto a ser reconocidos
(ser comprendidos en su singularidad), como a reconocerse a sí mismos como miembros de la comunidad educativa a
la que pertenecen, cualquiera que sea su medio social, su cultura de origen, su
ideología, el sexo, la etnia o situaciones personales derivadas de una
discapacidad física, intelectual, sensorial o de la sobredotación intelectual.
En esta escuela que se propone, el desarrollo de la convivencia se realiza a
través del diálogo. Los conflictos se transforman en una oportunidad para el
desarrollo personal y social, porque permite la aproximación entre los agentes
en conflicto y el desarrollo de su aprendizaje.
“La inclusión
no es un acto de tolerancia sino un espacio de construcción social”.
Para mejorar el sistema de
educación actual es necesario comenzar a pensar en políticas de
inclusión. La escuela debería ser
el lugar fundamental donde
se forjen los cimientos necesarios
para favorecer a la construcción de una sociedad que dé respuesta a la diversidad humana.
Tomando otra de las frases del curso continuaré
desarrollando la temática:
“¿Toleramos
que “el diferente” sea parte de un espacio ya construido o construimos un nuevo
espacio común con lugar para todos?”
Desde la escuela se debe enseñar a valorar y respetar lo diverso a través de acciones educativas que favorezcan la
participación de todos los alumnos que forman parte de la institución escolar, dando
respuesta a todas las necesidades de los mismos, a fin de promover la unidad y el
aprendizaje de aceptación de lo diferente.
Esta frase me sirve como disparador para compartir
una experiencia que tuve con un niño
de primer grado que asistía a una
escuela rural. La demanda de atención de una maestra integradora surgió desde
la institución, la cual solicitó a los padres del niño que realizaran los
trámites correspondientes debido a importantes problemas conductuales y de
rendimiento académico. Si bien tuve la oportunidad de trabajar con este niño
los dos últimos meses del año, fueron sumamente intensos, ya que me tocó
intervenir en una escuela que se caracteriza por tener una actitud poco
tolerante por lo diferente.
Luego de un tiempo de trabajo, pude observar una
serie de cuestiones que me permitieron analizar que estaba frente a una escuela
integradora pero no inclusiva.
Durante el
tiempo que me desempeñe como MI me toco trabajar con una comunidad educativa que
permanentemente ponía el foco en las dificultades de aprendizaje y conductuales
del niño. Sólo se enfocaban en sus limitaciones, como un obstáculo en el
proceso de enseñanza-aprendizaje.
Su ingreso significó un desequilibrio en el sistema de enseñanza de la escuela, lo
cual implicaba generar algunos cambios
que sólo fueron superficiales.
El logró ser integrado, se le permitió ser parte
del espacio de aprendizaje con una
modalidad de enseñanza poco flexible. Si bien recibió las adaptaciones
correspondientes no se tuvo en cuenta su singularidad como sujeto de
aprendizaje, sólo se buscaba ajustar sus
posibilidades a un modelo de enseñanza ya existente.
En este caso particular se logro la integración pero no la inclusión. Fue aceptado pero no reconocido, ni tampoco permitieron
que él pueda reconocerse como miembro
del grupo.
La
educación inclusiva debe ser algo más
profundo que aceptar o integrar a un niño con necesidades educativas
especiales en una escuela común, es algo más que una adaptación de la currícula,
es una forma de mejorar la calidad de vida en donde la educación juega un papel
específico y primordial en la
enseñanza de valores destinados a construir una sociedad basada en
la cooperación, solidaridad y compromiso real, no sólo para con las personas
con discapacidad, sino para todos los actores que pertenecen a la comunidad
educativa.
Psp. Maribel Mercedes Olivera
_______________________________________
PRÓXIMO CURSO VIRTUAL
INSCRIPCIONES ABIERTAS INICIO SEPTIEMBRE 2015
Completar el FORMULARIO DE PRE-INSCRIPCION
Consultas: info@encuentrovirtualpsp.com.ar
No hay comentarios:
Publicar un comentario